Por Lucía Cortés
Alicia Rius es doctorada en Economía Aplicada por la Universidad Complutense de Madrid. Ha desarrollado su trabajo académico en el ámbito de la economía feminista y el enfoque de género. Hemos querido hablar con ella para abordar situación actual bajo la perspectiva de la economía feminista y propuestas como la renta mínima vital.
La economía es según su raíz etimológica la gestión de una casa. La gestión de lo común. Desde ese punto de vista, la economía feminista sí que trata de englobar a muchas profesionales que vienen de distintas disciplinas: sociología, política, economía pura, humanidades. Porque entendemos que con la mirada de todas es como se puede construir la casa común. La economía feminista rompe el paradigma simplista de la economía como algo aislado de la realidad.
¿Diferenciamos entre una economía igualitaria y una economía feminista?
Hay distintas corrientes dentro de la economía feminista. Hay unas que son más por la igualdad y que en opinión de muchas tiene las patas muy cortas. Y otra que va más en la línea de la economía transformadora y rupturista con los grandes paradigmas anteriores. La economía de la igualdad, uno de sus objetivos es que trata de igualar a las mujeres con los hombres dentro del mercado de trabajo. Pero eso ya sabemos que es intransitable porque el modelo de hombre economicus, como se denomina en la economía clásica, se ha construido como una persona que no cuida, que no es dependiente de nadie ni nadie depende de él, que dispone absolutamente de su tiempo y recursos, etc. Entonces la pregunta es, si todo el mundo se somete a este modelo de hombre economicus, ¿quién va a sostener la vida? ¿Quién va a conseguir que la sociedad se reproduzca?
Cómo se puede transformar la economía en un modelo que realmente sostenga la vida.
Esta es la pregunta fundamental que desde los años setenta se están haciendo muchas economistas feministas. Cómo se puede transformar la economía en un modelo que realmente sostenga la vida. Actualmente lo estamos viendo a través de la crisis del coronavirus. Sin cuidados y sin personas que se dediquen a sostener la vida, la vida sencillamente se extingue. Una de las cosas más potentes que está teniendo esta crisis es que está poniendo blanco sobre negro qué trabajos son importantes y qué trabajos son prescindibles. Qué curioso que todos los trabajos realmente importantes tienen que ver con los cuidados porque sin los cuidados realmente la vida no es nada.
Las mujeres de forma masiva se encargan de la economía de los cuidados. ¿Tú interpretarías en este sentido el menor incremento de desempleo de las mujeres respecto a los hombres en este periodo de crisis, según hemos sabido por los últimos datos?
Bueno, en realidad es difícil saber cómo va a afectar esta crisis en el empleo formal. Una de las razones es que hay muchas mujeres empleadas en el sector cuidados o que las mujeres ya estaban más desempleadas. Hay mucha economía sumergida. Por ejemplo nos preguntamos dónde están todas las empleadas domésticas sin contrato. Uno de los temas que también se ha hablado estos días es cómo iba a afectar esto en las profesionales del cuidado informales. Son las personas que van a cuidar niños, limpiar casas… Las medidas que se están previendo desde el Gobierno van dirigidas a las personas que están contratadas dentro de las casas, que son una minoría. Pero hay muchísimas mujeres que ya estaban dentro de lo que se considera personas inactivas, que se considera que no tienen empleos formales. Y este también es un gran déficit.
Entonces podrá ser una medida favorecedora para ellas la de la renta mínima vital que se está proponiendo.
Por supuesto. La renta básica universal es algo que de una u otra manera, con ese nombre u otro, es algo que se lleva defendiendo desde los feminismos desde hace mucho tiempo. En los años setenta hubo una campaña internacional muy potente que se llamaba “salarios para el trabajo doméstico” que venía precisamente a romper esta única referencia de reconocimiento y redistribución que tiene la sociedad que es el trabajo asalariado. Porque si la única referencia que tenemos para vivir una vida digna es el trabajo asalariado estamos ante un problema desde hace muchos años. Cada vez menos personas tienen acceso a unos niveles de vida dignos a través del trabajo asalariado. El trabajo asalariado se está empobreciendo, está perdiendo condiciones, está bajando salarios…
Y este es uno de los motivos por los que en España, hace dos años, hubo un crecimiento vegetativo negativo: murieron más personas de las que nacieron. Porque la gente que trabaja no puede reproducirse. Porque ni tiene condiciones de vida digna ni tiene tiempo para cuidar de las personas que nazcan. Aquí estamos ante una similitud de lo que ocurrió en Europa hasta 1850/1860, desde el inicio del capitalismo. Y es que las personas tenían unas condiciones de vida en las que morían con cuarenta años, apenas podían reproducirse… A partir de este momento que el capitalismo le vio las orejas al lobo y vio que la gente a la que estaba explotando se estaba muriendo, los salarios subieron el doble. En unos decenios se duplicaron, gracias a las luchas obreras.
Ahora estamos en una situación muy parecida, estamos ante dos frentes: uno, que la gente trabajadora se vaya muriendo o vaya dejando de reproducirse con lo que estaríamos ante un problemón de reproducción social y que haya una revolución como hubo entonces; o bien que haya una respuesta original que puede ser la de la renta básica, que vaya acompañada de otras medidas. Por ejemplo hacer públicos muchos de los bienes necesarios para la vida: la vivienda, la energía, los transportes… Pero la renta básica sería una respuesta original, que no ha habido hasta ahora que garantizara a las personas, sobre todo a aquellas que están muy empobrecidas o en situación de clandestinidad económica, unos estándares de vida dignos. En los cuáles la gente pudieran elegir trabajar explotadamente o no. Y adivina lo que va a elegir la gente.
Nadie quiere trabajar explotado, nadie quiere trabajar ocho horas al día por un salario que no le permite llegar a fin de mes. Yo creo que hoy en día la defensa de todos los movimientos de justicia social van en la línea de conseguir una renta básica universal que permita autonomía a la persona. No estamos hablando de una renta de cuatrocientos euros. Eso sería la renta mínima de inserción, que no tiene inserción ninguna.
Cuidado con confundir renta mínima con renta básica universal, la primera es condicionada, la segunda incondicional.
Tienen incentivos opuestos.