El líder popular se mueve entre el ala dura y el sector moderado del partido en plena cuenta atrás hacia las urnas. Dirigentes internos advierten de que el clima de indefinición podría prolongarse y tensar la convivencia interna.
Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a evidenciar su habilidad como equilibrista político en un momento clave para el futuro del Partido Popular. En su último discurso con marcado tono preelectoral, el líder del PP ha abierto la puerta, sin mencionarlo de forma explícita, a la posibilidad de entendimientos tanto con Vox como con Junts, dos formaciones situadas en extremos opuestos del espectro ideológico. El movimiento, calculado, busca contentar a las dos almas del partido: el sector más conservador, favorable a pactos con la formación de Abascal, y el ala moderada, reacia a esos acuerdos y más abierta a fórmulas con fuerzas catalanistas.
Aunque Feijóo no concretó nombres ni escenarios, sus palabras han sido interpretadas como una maniobra para mantener cohesionada la estructura interna del partido de cara al ciclo electoral que se avecina. En su intervención, habló de “diálogo responsable” y de la necesidad de “buscar mayorías que garanticen la estabilidad”, fórmulas que, para algunos barones populares, suenan a ensayo general de futuros pactos parlamentarios si los resultados en las urnas no le otorgan una mayoría suficiente.
“Está jugando a contentar a todos, pero eso solo funciona durante un tiempo”, reconoce en privado un dirigente regional del partido. “Si no concreta una estrategia clara, las tensiones internas pueden reaparecer con más fuerza”. Las mismas fuentes señalan que, aunque el discurso de Feijóo ha sido bien recibido por sectores enfrentados del partido, esa ambigüedad calculada podría volverse en su contra si no se traduce en una hoja de ruta coherente.
En Génova, sin embargo, consideran que la estrategia es adecuada en un contexto de fragmentación del voto y con un electorado de centroderecha que exige al PP ser “la opción útil y responsable”. De ahí que Feijóo evite ahora cerrar ninguna puerta: ni a una alianza parlamentaria con Vox —con la que ya gobierna en varias autonomías— ni a acuerdos puntuales con Junts, siempre que no supongan cesiones “fuera del marco constitucional”.
Este juego de equilibrios responde también a las lecciones aprendidas tras las últimas elecciones generales, en las que el PP ganó en votos pero no logró sumar suficientes apoyos para formar gobierno. Desde entonces, la dirección del partido intenta construir una narrativa que combine firmeza ideológica con capacidad de pacto, para recuperar la centralidad política sin perder apoyos por su derecha.
Pero el contexto no es sencillo. Vox ha endurecido su discurso y exige al PP compromisos más nítidos, mientras que los sectores moderados del partido miran con preocupación cualquier acercamiento que pueda interpretarse como una derechización excesiva. Por su parte, Junts sigue manteniendo una postura ambigua en el Congreso, sin cerrar la puerta a futuros pactos si se respetan ciertas condiciones.
Los próximos meses serán decisivos. Con elecciones autonómicas y municipales a la vista —y el horizonte de unas generales anticipadas como posibilidad latente—, Feijóo se enfrenta al reto de consolidar su liderazgo sin fracturar a su formación. En el corto plazo, su principal objetivo será mantener la unidad interna mientras continúa explorando posibles alianzas que le permitan llegar al poder sin renunciar a su relato de “estabilidad institucional”.
Algunos dentro del PP, no obstante, advierten de que este equilibrio será difícil de sostener indefinidamente. “Puede hacerse muy largo hasta las urnas”, admite un parlamentario popular, “y en política, el desgaste suele penalizar al que no se define”.
