El expresidente catalán se desmarca del consenso en Cataluña y utiliza la oficialidad del idioma como presión sobre Sánchez
Bruselas se convierte en el nuevo campo de batalla lingüístico de Carles Puigdemont. El expresidente de la Generalitat ha decidido jugar una carta decisiva con el catalán, al condicionar su apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez a la oficialidad del idioma en las instituciones de la Unión Europea. Esta estrategia, sin embargo, lo ha llevado a apartar a Junts del pacto de consenso que otros partidos catalanes buscaban construir en torno a la lengua.
Mientras la Comisión Europea se muestra aún reticente a aceptar el catalán como lengua oficial —debido a los costes y complicaciones técnicas que ello supondría—, Puigdemont insiste en usar esta demanda como una palanca política. Su postura, lejos de contribuir a una posición común en Cataluña, ha tensado las relaciones con otras formaciones catalanistas, que apostaban por una vía más consensuada y menos instrumentalizada del idioma.
La estrategia del líder de Junts se interpreta como un intento de mantener relevancia en el tablero político español y europeo, especialmente en un momento en que su influencia es clave para la estabilidad parlamentaria del Gobierno de coalición liderado por Sánchez. El uso del catalán en Bruselas se ha transformado así en una pieza más del complejo ajedrez de la política española, con implicaciones tanto en el plano nacional como comunitario.
