Hace 33 años España se convirtió en referente internacional al inaugurar la línea de Alta Velocidad que unía Madrid con Sevilla. Aquel AVE fue símbolo de modernidad, orgullo tecnológico y motor de prestigio en el extranjero, al punto de que el modelo español llegó a exportarse a otros países.
Sin embargo, la realidad actual dista mucho de aquella fotografía inaugural. Las incidencias técnicas, los retrasos y las averías se han convertido en parte del día a día de los viajeros, generando malestar y poniendo en cuestión la gestión del servicio.
Fuentes del sector recuerdan que, mientras los políticos suelen estar presentes en la inauguración de nuevas líneas para inmortalizar el momento, la inversión en mantenimiento no recibe la misma atención. “La foto se hace al principio, pero después nadie se acuerda del cuidado que necesita una infraestructura de esta envergadura”, denuncian.
La paradoja es clara: lo que en su día fue un referente mundial de puntualidad y fiabilidad, hoy afronta un desgaste visible que amenaza con empañar el legado de una de las grandes revoluciones del transporte en España.
