La reciente llegada del destructor estadounidense USS Gravely a aguas cercanas a Trinidad y Tobago ha encendido las alarmas en el Gobierno chavista, que acusa a Washington de planear un “autoataque” para culpar a Venezuela y justificar una intervención militar.
La vicepresidenta Delcy Rodríguez denunció que se trata de “una provocación a través de acciones de falsa bandera, donde pretenden atacar instalaciones o equipamiento militar de EEUU para culpar a Venezuela”. Por su parte, el canciller Yván Gil comparó la situación con episodios históricos como el hundimiento del USS Maine en 1898 y el incidente del Golfo de Tonkin en 1964.
El despliegue estadounidense en el Caribe sur incluye, además del Gerald Ford, siete barcos de guerra, un submarino, unidades de helicópteros de élite, cazas F-35B y drones MQ-9 basados en Puerto Rico. Según el Gobierno chavista, esta información les fue suministrada por un grupo de mercenarios vinculados a la CIA, cuya actividad fue autorizada recientemente por el expresidente Donald Trump.
El general Vladimir Padrino López, ministro de Defensa, alertó que “la guerra siempre está precedida de desinformación, manipulación y mentiras”, y aseguró que Venezuela defenderá su soberanía “sin titubeos”.
En paralelo, Caracas amenaza con medidas económicas: Rodríguez anunció la suspensión de los acuerdos de suministro de gas con Trinidad y Tobago, acusando al país caribeño de alinearse con la “agenda guerrerista de EEUU para agredir a Venezuela y Colombia”.
La tensión se produce mientras marines estadounidenses realizan ejercicios militares conjuntos con tropas trinitenses, que según el gobierno local forman parte de maniobras planificadas desde hace meses para enfrentar redes de narcotráfico. Trinidad y Tobago mantiene vigente un estado de emergencia por inseguridad, tras registrar en 2024 el año más violento de su historia reciente, con 620 homicidios en una población de 1,3 millones.





