En julio de 2023, durante las elecciones generales en España, el experto en comunicación Luis Vicente publicó una columna en un periódico portugués titulada «Aprendamos de España: se dice violencia machista». En este artículo, Vicente destacó la diferencia crucial en el lenguaje utilizado para describir la violencia contra las mujeres entre España y Portugal.
Vicente enfatiza que, mientras en España se utiliza el término «violencia machista» para referirse a estos crímenes, en Portugal se opta por el término más genérico de «violencia doméstica», el cual se centra en el ámbito doméstico y minimiza el papel del machismo como causa subyacente de las agresiones.
El experto critica cómo en Portugal, la conversación feminista aún no ha alcanzado el mismo nivel que en España. En sus palabras, «el feminismo asusta mucho» en su país, ya que se percibe como una amenaza a los privilegios masculinos, que son defendidos por quienes están en el poder.
Las estadísticas sobre violencia en Portugal son alarmantes. Hasta la fecha, se han registrado 25.327 incidencias de violencia, con un enfoque que incluye a hombres y mujeres, pero desdibujando la especificidad de las agresiones de género. Por lo tanto, Luis Vicente subraya la necesidad de adoptar un lenguaje que refleje la gravedad del problema y no oculte su origen machista.
Ante este escenario, GREVIO, el Grupo de Expertos Independientes sobre la aplicación del Convenio de Estambul, ha instado a las autoridades portuguesas a tomar medidas concretas. Se señala que no existe una línea telefónica nacional dedicada exclusivamente a las mujeres víctimas de violencia machista, esencial para proporcionar ayuda y apoyo en tiempo real.
Si bien algunos podrían considerar que la neutralidad en la legislación puede ser beneficiosa, expertos como Elisabete Brasil, Presidenta de la organización Feministas en Movimiento, argumentan que esta postura en realidad oculta las raíces de la violencia machista. La percepción errónea de que solo las agresiones físicas constituyen violencia contribuye a la normalización de otros tipos de abuso.
Las campañas contra la violencia en Portugal, aunque explícitas y visualmente impactantes, a menudo fortalecen la noción errónea de que solo la violencia física es válida. Elisabete Brasil expresa su preocupación porque el 60% de los jóvenes de 15 años no reconoce la violencia de control en las relaciones, lo que indica un estado crítico de la educación sobre relaciones saludables.
En este contexto, la crítica hacia el sistema judicial portugués es evidente. Desde el Consejo de Europa se señala que el patriarcado permea no solo la sociedad, sino también el sistema judicial, donde se antepone la unidad familiar a la protección de las víctimas, lo que se traduce en decisiones judiciales polémicas.
El panorama es desalentador y los expertos coinciden en que queda mucho camino por recorrer en Portugal. Con un clima social que desincentiva el feminismo y una creciente ultraderecha en el parlamento, el futuro de la lucha contra la violencia de género se presenta incierto. Sin embargo, es fundamental seguir abogando por un cambio genuino que empodere a las mujeres y fomente un lenguaje que refleje la verdad de las circunstancias que enfrentan.










