La reciente condena al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, ha generado un intenso debate en la arena política española, llevando al Gobierno a una postura crítica y desafiante hacia la Justicia. A pesar de que el Tribunal Supremo aún no ha redactado la sentencia dentro del caso, la condena de dos años de inhabilitación y 7.200 euros de multa se ha vuelto un punto focal para las discusiones sobre la imparcialidad en los órganos judiciales.
En respuesta a la condena, el Gobierno, a través de sus voceros, ha calificado el fallo como «injusto» y ha indicado que la Justicia «no ha avanzado gran cosa en los últimos 50 años». Esta crítica proviene de un contexto donde la memoria histórica de la dictadura de Franco aún pesa sobre los juicios y decisiones que se toman hoy en día. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha señalado el fallo como una interferencia política por parte del Poder Judicial.
García Ortiz había sido acusado de revelación de datos sensibles pertenecientes a una investigación de fraude fiscal que implicaba al novio de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. El Gobierno defendió constantemente a García Ortiz, defendiendo su honorabilidad ante lo que consideraban una caza de brujas orquestada por la oposición.
Oscar López, el Ministro de Transformación Digital, ha sido contundente al manifestar que ninguna sentencia, por muy injusta que sea, puede ocultar las realidades que enfrenta la Comunidad de Madrid. Durante una reciente jornada, afirmó que el PSOE continuará denunciando las supuestas prácticas corruptas del gobierno madrileño, insistiendo en que una cosa es acatar y otra es permanecer en silencio ante lo que considera injusticias.
El contexto histórico parece ser un referente en la crítica que el Gobierno realiza hacia la actual administración de la Justicia en España. El Ministro de Transportes, Óscar Puente, vincula el presente reciente con el franquismo, afirmando que no se puede permitir un retroceso en la lucha por la igualdad y el cumplimiento de la ley en un país que ha demostrado poco avance en esas cuestiones en las últimas cinco décadas. Esta línea argumentativa busca también deslegitimar a aquellos que intentan usar la sentencia como un arma política.
Por su parte, Díaz no se ha limitado a criticar la condena como un acto de justicia mal aplicada, sino que ha enfatizado que implica una grave fractura en el principio de separación de poderes. Este enfoque ha llevado a la conclusión de que el Poder Judicial no está actuando con la neutralidad esperada, lo que representa un riesgo para la democracia y la confianza en el sistema judicial.
Observaciones similares provienen de otros líderes políticos de la izquierda, como Oriol Junqueras de ERC, quien ha manifestado que el ecosistema judicial todavía está impregnado de las herencias del franquismo, perpetuando decisiones que perjudican la creencia en una justicia justa y equitativa en la actualidad.
Ione Belarra, líder de Podemos, ha ido más lejos al acusar a la derecha político mediática y judicial de un ataque coordinado hacia la figura de García Ortiz, describiendo esto como un intento de ocultar las realidades de corrupción en la administración de Ayuso. En un tono directo, ha llamado al PSOE a actuar con contundencia para desarticular los poderes que intenta controlar el sistema.








