El Gobierno y el PSOE afrontaron este martes una de las jornadas más duras para su imagen pública tras el ingreso en prisión de José Luis Ábalos, quien fuera uno de los dirigentes más influyentes del partido y mano derecha del presidente Pedro Sánchez durante años. Se trata del segundo secretario de Organización socialista que acaba entre rejas en menos de seis meses, un hecho que ha provocado una mezcla de mensajes en el seno del Ejecutivo y del partido.
Por una parte, dirigentes y ministros consultados subrayan que el caso de Ábalos no puede compararse con el de Santos Cerdán, cuyo arresto supuso un shock mayor por su rol activo y su cercanía orgánica a la actual dirección. En ese marco, el PSOE insiste en reivindicar que Sánchez apartó a Ábalos de la ejecutiva en 2021 y lo expulsó del partido en febrero de 2024, cuando se negó a entregar su acta de diputado después de la detención de Koldo García. En contraste, recuerdan que Cerdán se mantuvo en su puesto con el respaldo de la dirección hasta el momento mismo de su caída.
Sin embargo, ese posicionamiento no logra ocultar el profundo daño reputacional que provoca la entrada en la cárcel del exministro de Fomento, figura clave en las primeras etapas del liderazgo de Sánchez. Diversas voces dentro del PSOE admiten en privado que el golpe ha sido demoledor y que complica la estrategia de dar por amortizada la crisis. Entre los dirigentes regionales, especialmente, se extiende la percepción de que el impacto político será más duradero de lo que la dirección federal sugiere.
En un contexto de máxima sensibilidad, el partido intenta remarcar su contundencia interna ante los casos de corrupción y reforzar la idea de que actuó con firmeza en cuanto aparecieron las primeras sombras sobre Ábalos. No obstante, la imagen del que fuera uno de los hombres más poderosos del socialismo entrando en prisión sigue marcando la agenda y alimentando el debate sobre la gestión de la crisis en la cúpula del PSOE.












