Durante un acto revolucionario transmitido por medios estatales, Maduro aseguró además que Venezuela cuenta con “más de 5.000” misiles antiaéreos de origen ruso desplegados en puntos estratégicos del país y justificó la movilización como una medida de defensa frente a lo que calificó de “asechanzas del imperio”. El presidente venezolano se presentó ante sus seguidores como “el pueblo empoderado” y reclamó la lealtad de las fuerzas armadas y de las organizaciones populares.
Desde Washington, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dejó claro que la operación militar en el Caribe no se limitará al mar. “La tierra será lo siguiente”, afirmó el inquilino de la Casa Blanca, en un aviso que muchos analistas interpretan como la posibilidad de ampliar operaciones contra las redes del narcotráfico más allá de acciones navales. El Gobierno estadounidense defiende su despliegue como parte de una ofensiva contra los cárteles que operan en la región.
En los últimos días la campaña estadounidense se cobró una serie de blancos marítimos: fuentes oficiales atribuyen varios ataques y hundimientos de embarcaciones utilizadas para el narcotráfico en el Caribe y el Pacífico, una ofensiva que, según informes, ha resultado en decenas de víctimas y ha alimentado la crisis diplomática con Colombia y el propio gobierno venezolano.
El despliegue militar norteamericano en aguas cercanas a Venezuela incluye, según distintos reportes, buques de guerra, aeronaves de combate y unidades de fuerzas especiales, además de una dotación de soldados que, sumada, convierte la operación en una de las más relevantes en la región en años recientes. Caracas, por su parte, ha respondido con medidas de movilización civil y militar, y con denuncias públicas sobre la intromisión extranjera.
La escalada de declaraciones—desde la convocatoria a la huelga por parte de Maduro hasta las advertencias de Trump—ha abierto un escenario de alta tensión que preocupa a gobiernos regionales y a organismos internacionales, que llaman a la moderación y al diálogo diplomático para evitar una confrontación abierta. Mientras tanto, la población venezolana y las rutas marítimas del Caribe permanecen en el centro de una crisis cuyas consecuencias políticas y humanitarias pueden ampliarse rápidamente si se intensifican las operaciones sobre tierra.
Analistas consultados señalan que la retórica beligerante de ambos líderes eleva el riesgo de incidentes no previstos y recomiendan medidas de contención diplomática antes de que la situación derive en un enfrentamiento directo. La comunidad internacional observa atentamente las próximas horas y días, en los que se esperan nuevas reacciones oficiales desde Caracas y Washington.





