En plena polémica por el accesorio que hizo público debate mediático, la vicepresidenta segunda del Gobierno ha asegurado que el bolso de su hija no costaba cientos de euros, sino que era un regalo de sus primas, adquirido por tan solo 25 €.
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha decidido poner fin al revuelo mediático provocado por la imagen de su hija portando un bolso de marca, difundido recientemente. Ante los cuestionamientos, Díaz ha declarado que la pieza era una imitación adquirida en una feria y no un producto de lujo auténtico como muchos suponían.
El episodio comenzó cuando la adolescente fue fotografiada con un “Tote Bag” de la firma Marc Jacobs valorado en la web oficial de la marca entre 250 € y 500 €, en un acto público. La circulación de esas imágenes derivó en críticas acerca de la coherencia entre el discurso público de la ministra y la imagen que transmitía su entorno familiar. Frente a ello, la ministra explicó en un programa televisivo que el bolso fue un regalo de las “primitas” de su hija y adquirido por 25 € en la feria de Vila Nova de Cerveira (Portugal), recalcando que se trataba de una imitación de mercadillo.
“Lo que me molesta no es lo que digan de mí, sino que mi hija, que tiene 13 años y me acompaña en muchos actos, esté involucrada en una falsedad”, afirmó Díaz, visiblemente incómoda. Además, aprovechó para denunciar que las mujeres públicas suelen ser juzgadas por su vestimenta o complementos con mayor dureza que sus colegas varones.
La ministra señaló que el incidente llega en un contexto en el que su propio Gobierno, a través del Ministerio de Industria y Turismo, desarrolla campañas bajo el lema “El daño de las falsificaciones es real”, orientadas a combatir la compra de productos pirata y su impacto social y económico. La contradicción entre la campaña oficial y la explicación ofrecida ha generado discusión sobre coherencia y mensaje político.
Con esta aclaración, Díaz pretende cerrar la polémica, pero también ha provocado que medios y redes sociales reaviven el debate sobre la imagen pública, el consumo, y la coherencia entre lo que se proclama y lo que se muestra. Aunque asegura que el bolso no era ni auténtico ni costoso, el episodio sirve para recordarnos que en la política la percepción puede pesar tanto como la realidad.








