Álvaro Domecq Romero, figura clave del rejoneo y caballista de alta escuela, ha fallecido esta madrugada a los 85 años, dejando tras de sí un legado imborrable en el mundo del toro y del caballo. Nacido en Jerez de la Frontera el 8 de abril de 1940, fue hijo del legendario rejoneador Álvaro Domecq y Díez, y desde muy temprana edad estuvo inmerso en la tradición taurina y ecuestre de su familia.
Debutó como rejoneador en 1959 en la plaza de Ronda y tomó la alternativa un año después en El Puerto de Santa María, apadrinado por su propio padre. Su presentación en Las Ventas en la Corrida de la Beneficencia de 1962 consolidó su reputación, participando en más de 2.000 corridas en España, Portugal, Francia y América Latina. Se retiró de los ruedos en 1985, tras una carrera que revolucionó el toreo a caballo en el siglo XX.
Como propietario de la ganadería Torrestrella, impulsó la cría de toros de lidia y la doma vaquera, además de crear espectáculos emblemáticos como Cómo Bailan los Caballos Andaluces y A Campo Abierto, que llevaron la cultura ecuestre española a escenarios internacionales, incluido el Madison Square Garden de Nueva York.
En 1975 fundó la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre en Jerez, institución que sigue formando a generaciones de jinetes y proyectando la excelencia del caballo andaluz en todo el mundo. Entre sus reconocimientos destacan el título de Hijo Predilecto de Jerez, el Premio Caballo de Oro y la Medalla de Andalucía en 2024.
Álvaro Domecq Romero deja un vacío profundo en la tauromaquia y la equitación, pero su legado sigue vivo en los ruedos, las fincas y las escuelas que llevan su nombre y su pasión por el caballo.








