El Aita Mari, o lo que es para las personas que están perdidas en medio del mar, el barco de la esperanza, hizo escala en Ceuta en la noche de este miércoles para repostar. Hablamos con Óscar, su capitán, que nos ha puesto al día de lo vivido durante los 49 días que han estado retenidos por las autoridades italianas en Palermo. Desde la organización Salvamento Marítimo Humanitario denuncian la militarización de los rescates, el genocidio del Mediterráneo y las políticas migratorias europeas
El barco de rescate humanitario que opera en el Mediterráneo central hizo escala en Ceuta para repostar a la vuelta de una de sus misiones de rescate, tal y como ya lo hiciera hace un año. Son pasadas las doce de la noche y en el muelle de levante sopla un poniente fuerte, Óscar Fernández Ruíz, patrón de altura y actual capitán del Aita Mari, nos atiende con la mente puesta ya en Pasaia (Pasajes), su puerto de destino donde nos confiesa que está «deseando llegar», aunque todavía les quedan varios días de navegación y mal tiempo por delante.
Los últimos tres meses no han sido fáciles para él y su tripulación de voluntarios. El Aita Mari ha estado retenido 49 días por las autoridades italianas en el puerto de Palermo. Además se enfrentan a al pago de 55.000 euros de tasas portuarias especiales, inspección y suministros, «en el fondo es una multa encubierta a las ONG’s, es una barbaridad, inasumible», asegura el capitán. «Actualmente no hay ninguna ONG de nuestro tipo que pueda asumir este gasto, porque con ese presupuesto podríamos hacer hasta dos misiones de rescate».
«El pago de 55.000 euros de tasas portuarias especiales, inspección y suministros, en el fondo es una multa encubierta«
Óscar llegó a Siracusa el pasado 11 de abril con la intención de traer el barco a España, con la crisis del coronavirus «la ONG asumió que no era el momento de rescatar«, comenzada la operación retorno, con el rumbo y la mirada puestos en España, recibieron un Mayday -señal de socorro- dado por AlarmPhone de tres pateras que estaban a la deriva, «nos pusimos a disposición de las autoridades italianas y maltesas» asegura, «no queríamos cambiar el rumbo porque el objetivo era volver a casa, pero en aquel momento redujimos velocidad, para ver cómo reaccionaban las autoridades».
Y éstas actuaron como se esperaba… «Malta desatendió totalmente esa petición de auxilio -asegura- e Italia no contestó». La llamada de auxilio provenía de aguas maltesas, pero Malta ya había dicho que no la atendería, «pese a ser un delito –en contra del derecho internacional– porque el país que coordina el rescate tiene el deber de dar solución al rescate y no la dio». Esta omisión de socorro hizo que el capitán del Aita Mari y su tripulación pusiesen rumbo directo hacia una de las embarcaciones de las tres que habían lanzado la señal, «con las otras dos no sabemos qué paso…».
Recataron a 44 personas, entre las que había una mujer de 19 años embarazada y acompañada por su hermana de 7 años. «Relativamente estaban en buenas condiciones de salud después de llevar 4 días a la deriva en el mar», con la patera abarloada al pesquero reconvertido en barco de rescate, esperaron a que las autoridades maltesas les dieran las indicaciones, pero estas tampoco llegaron, por lo que ante la previsión del empeoramiento del estado de la mar decidieron culminar el rescate y subirlos a bordo.
- Imágenes del rescate cedidas por Salvamento Marítimo Humanitario
Los voluntarios del antiguo pesquero atendieron rápidamente las primeras necesidades sanitarias, en la enfermería del Aita Mari se trataron las insolaciones y la deshidratación, el cansancio físico y el anímico se cuidaron en la cubierta del buque. Entre las 44 personas diversos orígenes: Libia, Bangladesh, Egipto, Chad, Niger…, todos con la misma esperanza: llegar a Europa sanos y salvos.
Tras una semana de convivencia, consiguieron permiso para desembarcar a 6 personas en Lampedusa, y en la costa de Sicilia a otras dos. El Alan Kurdi, de la ONG alemana Sea Eye, se encontraba en la misma situación, «pero estuvieron 12 días con 155 personas a bordo». Finalmente, les ofrecieron una solución: meter a todas las personas migrantes en un ferry que había fondeado en Palermo, con la condición de hacer cuarentena. «Estuvimos 14 días fondeados junto al Alan Kurdi y al ferry en el que estaban los migrantes y a posteriori nos hicieron entrar a puerto para una desinfección del barco y una inspección».

Fue en ese momento, cuando comenzó «la historia», y la retención del buque en puerto que alcanzó 49 largas jornadas, algo que Óscar describe como «una cosa dura, innecesaria, alegal… te sientes un tanto secuestrado, fue duro sobre todo por la impotencia, vivíamos en un silencio administrativo total».
Se trata de la criminalización del salvamento de vidas en el mar, que además de afectar a los buques de rescate humanitario como el Aita Mari o el Alan Kurdi, afecta a los barcos comerciales, mercantes e incluso militares, quienes temen proceder al rescate por el peligro a quedar bloqueados en alta mar y a la negativa de los Estados de desembarcar a los naúfragos en puerto seguro. Esta criminalización erosiona gravemente el principio internacional de prestación de auxilio de quienes están en peligro en el mar.
«Yo hubiese preferido que nos hubiesen puesto delante de un juez y que nos acusaran de tráfico de personas, una vez más los jueces se habrían reído de estas falsas acusaciones»
«Pero los países europeos prefieren no judicializar estos casos -añade mientras controla de reojo la maniobra de repostaje en el puerto de Ceuta- y yo hubiese preferido que nos hubiesen puesto delante de un juez y que nos acusaran de tráfico de personas, una vez más los jueces se habrían reído de estas falsas acusaciones y se habría solucionado rápido -sonríe levemente- pero la vía administrativa es un fango en el que te mantienen en silencio administrativo día tras día, donde te sientes con una impotencia total».
Rutas cada vez más peligrosas y mortíferas
Sobre las rutas migratorias más mortíferas y peligrosas, reactivadas por la militarización de los controles en el Estrecho y en el Mediterráneo oriental, así como la externalización del control fronterizo con Marruecos y Turquía, también hablamos con Óscar que nos cuenta que «la ruta migratoria del Mediterráneo central es un viaje espantoso, son muchas millas… viniendo de Palermo aquí -Ceuta-, las noches que pasamos en mitad del mar… y nosotros, ¡que vamos en un barcazo con todas las medidas de seguridad, por mucho que Italia diga que no!, pero… estas en la soledad del mar… imagínate en una balsa de goma atestada, sin comida ni agua…».
«La ruta del Mediterráneo central, al igual que la de Canarias son rutas muy muy duras… y encima ahora saben que nadie les va a rescatar y que el que lo haga, les va a devolver a Libia» lamenta Óscar. Pese a esta certeza… las personas migrantes «se arriesgan a ir solas y ahora que saben que no les va a rescatar un barco de una ONG, prefieren no ser rescatados, porque Malta los va a devolver a Libia e Italia se va a desatender, salvo que estén en la puerta de Lampedusa o lleguen a Sicilia. Y ellos lo último que quieren es ser devueltos a un país en guerra».
Y es que, para el capitán de este antiguo atunero, «cualquier persona que salga de Libia debería ser refugiado porque es un país en guerra, da igual si eres un migrante económico o no» reprocha el capitán del Aita Mari a los discursos políticos de los estados europeos, «si sales de un país en guerra eres un refugiado, no hay opción, lo dice la legalidad».
Más trabas a los barcos de rescate humanitario
El baño de realidad que soportan las ONG de rescate y las personas migrantes que se lanzan al mar cada día, hace que Óscar reconozca que en el Mediterráneo «va a estar complicada la situación porque nos van a poner mil trabas para que no estemos, para que no rescatemos y para que no seamos testigos del genocidio y holocausto que estamos montando -desde Europa-, y habrá gente que ponga el grito en el cielo al leerlo, pero para mi un genocidio es un asesinato continuo por pertenecer a un grupo y Europa lo esta haciendo por el simple hecho de ser pobres..-y va a seguir así, y no vamos a ser testigos».
Mientras la tripulación termina con las faenas propias de un atraque -entrega de basura a la empresa encargada de la recogida, repostaje de combustible, llenar los tanques de agua, el despacho con las autoridades, firma de documentos…-, Óscar tiene esperanza en que «los discursos cambien y que podamos seguir ejemplos como los de Portugal» y lanza un guante a las autoridades españolas «que nos faciliten el poder hacer una labor humanitaria, aunque no nos ayuden, pero que no nos pongan trabas«.








































