El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta atraviesa una de las situaciones más críticas de los últimos años. Con más de un millar de personas registradas, tanto en sus instalaciones como en las zonas colindantes, la capacidad del centro se encuentra totalmente desbordada.
Tiendas improvisadas, colchones en la entrada y espacios reducidos convertidos en dormitorios improvisados reflejan la falta de recursos. A pesar de las declaraciones de la delegada del Gobierno, Cristina Pérez, sobre la agilidad en las salidas, la realidad es que la presión migratoria está dejando imágenes muy alejadas de la dignidad que se asociaba a este recurso de primera acogida.
Desbordamiento en el interior y en el exterior
En el interior del CETI se han instalado camas supletorias y tiendas con capacidad limitada. Sin embargo, más de 250 personas duermen ya fuera del centro, en las inmediaciones y hasta en la ladera del monte cercano. Allí se organizan para asearse con mangueras, tender la ropa y mantener contacto con familiares mientras reciben ayuda de ONG y voluntarios.
El colapso no solo afecta a las instalaciones: las llegadas por mar y por el vallado continúan, alimentadas por las redes ilegales que utilizan embarcaciones pesqueras marroquíes para abandonar personas en distintos puntos de la costa ceutí.
Preocupación social y policial
La situación ha generado alarma entre las fuerzas de seguridad, que reconocen la dificultad de controlar a una población tan numerosa y dispersa. También los vecinos de la zona muestran inquietud: denuncian miedo a posibles incendios, al descontrol y a la falta de respuestas claras por parte de las autoridades.
Las llamadas al 112 relacionadas con esta situación se han incrementado, siendo derivadas en su mayoría a la Unidad de Intervención Rápida (UIR).
Una crisis que exige soluciones urgentes
Partidos políticos y organizaciones no gubernamentales coinciden en que la respuesta está siendo insuficiente. Aunque se han preparado camiones cisterna para el suministro de agua y se reparten alimentos y atención sanitaria, las medidas son percibidas como parches frente a una presión migratoria creciente.
Los propios inmigrantes reconocen que por las noches pasan frío y que la incertidumbre marca su día a día. Mientras tanto, el CETI atraviesa uno de sus momentos más complicados, evocando las escenas de las masivas entradas por el vallado de años anteriores.