El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, ha presentado este lunes su renuncia al cargo después de que el Tribunal Supremo confirmara una condena en su contra. La decisión se formalizó mediante una carta enviada al ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, en la que solicita que el Consejo de Ministros proceda a su cese antes de que la sentencia sea ejecutada.
En su misiva, García Ortiz asegura que adopta esta decisión “con el convencimiento de haber servido fielmente a la institución”, una frase que resume el tono de despedida y defensa de su gestión. El ya exfiscal general sostiene que, pese a la resolución judicial, ha actuado siempre guiado por los principios del Ministerio Público y el interés general. “Mi objetivo ha sido fortalecer la autonomía de la Fiscalía y garantizar un funcionamiento transparente y eficaz”, afirma en el texto enviado al Gobierno.
La renuncia se produce en un momento de máxima tensión institucional. La sentencia del Supremo —cuyo contenido ha generado un notable impacto político— dejó a García Ortiz en una situación delicada, especialmente ante la presión creciente de distintos sectores que reclamaban una respuesta inmediata. Con esta dimisión, evita que el cese sea impuesto por la propia ejecución de la resolución judicial, un escenario que habría abierto un debate aún más profundo sobre la continuidad y estabilidad del Ministerio Público.
Fuentes gubernamentales señalan que el Consejo de Ministros tomará conocimiento de la renuncia en su próxima reunión y activará el procedimiento para designar a un nuevo fiscal general del Estado. Hasta entonces, la cúpula de la Fiscalía queda en funciones, a la espera de que el Ejecutivo evalúe perfiles y acometa un relevo que será clave para una institución marcada en los últimos meses por la controversia y las tensiones internas.
La salida de García Ortiz abre ahora un periodo de incertidumbre sobre el rumbo que tomará la Fiscalía en un contexto de alta sensibilidad judicial y política. Su sucesor tendrá ante sí el reto de reforzar la confianza en la institución y encarar los desafíos pendientes, entre ellos varios procedimientos sensibles y la necesaria renovación de la estructura interna del Ministerio Público.










