Es la ventaja, enorme ventaja. Si la carga de sobrepeso del PP nacional, le ha llevado a buscar la ingeniosa solución, de cambiar de edificio, afortunadamente, en Ceuta, los peperos, al estar limpios de polvos de la arena del desierto, no se ven abocados a seguir ejemplo de la capital.
Menuda suerte. Es lo que tiene hacer los deberes y tareas, con espíritu madrugador.
Además, en Madrid, se puede un partido permitir excesos, pero es posible que una inmobiliaria te busque «otra oficina«, sin grandes problemas. Si hay disponibilidad económica, claro.
En Ceuta, ni con monedas romanas. Tarea casi de misión imposible.
Es decir, los populares locales son buenos por imperativo de buena conducta y porque el poco espacio físico que quedaba, se lo cargaron a base de ser pedazos de pan.
La práctica imposibilidad material de cambiar más veces de lugar, de propios aplausos merecidos, redunda en un beneficio mutuo.
De un lado, las limitaciones. De otro, los miembros de tal partido, pueden pasar la prueba de don algodón.
Como que no hay mal que por bien no venga.
Son buenos porque lo son. Y por obligación de las circunstancias.
Con un partido así, no es de entender que el victorioso ponga fecha. Si lo que pretende es dejarnos, desamparados, huérfanos, no se le debería permitir.
Que no se vaya nunca. El Cid hasta muerto. Todavía cuando la ciudad salga del fondo del mar estrecho, hundida con mi barco de papel, se podría ver.
Está ese plan de solución económica que se iba a aplicar. Promesa real que se trajo de visitar. Tantos temas que ofrecer, que, desde luego, por gritar vivas, no será.
Claro que lo haré tragando agua, y lo que haga falta. Sapos no sé si vivirá alguno en agua salada. Como ahora los únicos bichos que me preocupan son los que son, los demás mundos, estoy de un despistado subido. Eso es lo que estoy deseando: tomar aire en la superficie.
¿Seguro que es seguro respirar humos negros? Mejor, sigo aguantando la respiración. Para algo figuro ya en ese famoso libro. Bueno, eso me dijeron.
