El legendario artista andaluz, cuyo nombre real era Antonio Fernández Díaz, ha dejado una estela imborrable en el mundo del flamenco tras una trayectoria de décadas y una vida entregada al arte del cante.
El mundo del flamenco llora hoy la pérdida del maestro Antonio Fernández Díaz, conocido como Fosforito, que falleció a los 93 años en Málaga. Con una vida consagrada al arte jondo, se le considera ya una de las últimas grandes voces del flamenco clásico, y su partida cierra un capítulo histórico de este género.
Nacido en Puente Genil (Córdoba) en 1932, Fosforito se trasladó a Málaga siendo apenas adolescente para forjar su camino en el mundo del cante. Desde joven comenzó a cantar en los ambientes más humildes: en ferias, tabernas y escenarios locales, forjando ese estilo profundo y auténtico que le granjeó la admiración de compañeros, críticos y aficionados por igual.
A lo largo de su extensa trayectoria, Fosforito supo conjugar la fidelidad a la tradición del flamenco con una sensibilidad propia y renovadora. Fue ganador de los principales concursos de cante de su época, investigador incansable de los estilos flamencos —revitalizando formas que corrían riesgo de desaparecer— y docente sin título formal que inspiró a generaciones de cantaores.
Su legado incluye decenas de discos, colaboraciones memorables, giras internacionales y una presencia constante en festivales y tertulias flamencas. Además, recibió honores que reconocen su estatura artística: su maestría quedó plasmada en premios como la Llave de Oro del Cante, códice simbólico del mundo jondo.
En Málaga, ciudad que lo acogió y en la que desarrolló gran parte de su carrera, era considerado un hijo adoptivo, un embajador del cante que aportó brillo y dignidad al arte flamenco local. Su voz se mezcló con la vida de la ciudad y su figura pública trascendió los escenarios para convertirse en símbolo de orgullo cultural.
El fallecimiento de Fosforito no solo marca el final de una extensa carrera: con él se va una era del flamenco profundamente ligada al origen, al duende y al sentimiento de Andalucía. Sin embargo, su legado pervive en las grabaciones, en los palos que recreó, en las generaciones que le siguieron y en el arte del cante que seguirá vibrando gracias al fundamento que dejó.








