El Gobierno central ha reconocido por escrito ante el Congreso de los Diputados la paralización de las obras de emergencia en El Poyo (Teruel), destinadas a asegurar los taludes. La decisión se tomó a pesar de que los informes técnicos advertían de un riesgo «muy elevado» de desprendimientos, priorizando los procedimientos administrativos sobre la seguridad.
La gestión de las infraestructuras de seguridad en Teruel ha provocado una fuerte polémica tras la admisión oficial del Gobierno sobre la detención de las obras de consolidación y aseguramiento en la localidad de El Poyo. Los trabajos, considerados de emergencia, tenían como objetivo principal estabilizar los barrancos y taludes que presentan un riesgo directo para la población y las estructuras cercanas.
La controversia reside en que el propio Ejecutivo reconoció, en su respuesta a una pregunta formulada en el Congreso de los Diputados, que la paralización de las obras de urgencia se produjo a pesar de que los informes técnicos geológicos advertían de un peligro inminente. La suspensión fue justificada por razones de procedimientos administrativos, generando críticas por priorizar la burocracia ante una amenaza real y latente.
La advertencia de «riesgo muy elevado» ignorada
Los informes técnicos a los que ha tenido acceso el medio original fueron contundentes: el riesgo de desprendimientos y caídas de tierra en los barrancos de El Poyo está clasificado como «muy elevado». Este nivel de alerta implica que la posibilidad de que se produzca un incidente grave es inminente o altamente probable, sobre todo bajo la influencia de lluvias o fenómenos meteorológicos adversos que desestabilicen el terreno.
La decisión de detener las obras de emergencia, conociendo la calificación de riesgo «muy elevado», ha sido calificada de imprudente por la oposición política y por los vecinos de la zona. Se argumenta que esta dilación administrativa pone en juego la seguridad ciudadana al dejar la zona expuesta a una catástrofe ya pronosticada por los expertos geológicos.
Las obras habían sido impulsadas precisamente por la necesidad de actuar rápidamente frente a la inestabilidad del terreno. Al paralizarlas, el Gobierno ha contradicho la urgencia inicial del proyecto, exponiendo a los habitantes de El Poyo a un peligro que la Administración tenía medios para mitigar.
Consecuencias políticas y exigencia de reanudación
La situación ha generado una fuerte presión política. La oposición ha utilizado esta admisión gubernamental para acusar al Ejecutivo de ineficacia y de poner en peligro a la población aragonesa por un exceso de celo burocrático o por la falta de coordinación entre los diferentes ministerios y organismos competentes.
Los afectados y las autoridades de la zona exigen la reanudación inmediata de las obras de emergencia. La preocupación principal es que, con la llegada del invierno y las precipitaciones, la inestabilidad de los barrancos se incremente, haciendo inevitable el desprendimiento que se busca evitar. La seguridad en Teruel depende ahora de la celeridad con la que el Gobierno logre solventar los obstáculos administrativos que él mismo ha reconocido haber interpuesto.








