Miembros del Ministerio Público critican que la sentencia condenatoria contra el fiscal general humille a la Fiscalía y comprometa su credibilidad institucional.
Voces internas dentro de la Fiscalía han expresado un profundo malestar por la condena impuesta a Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, por un delito de revelación de secretos. Según varios fiscales consultados, este fallo supone un golpe reputacional de gran magnitud para toda la institución, que podría tener consecuencias duraderas para la credibilidad y el prestigio del Ministerio Público.
Estos fiscales afirman que el ambiente en Fortuny, sede de la Fiscalía, está marcado por el desánimo. Reclaman que García Ortiz debería haber dimitido cuando se abrió la causa, para evitar que su proceso judicial arrastrara consigo a toda la carrera fiscal. Parte de la Asociación de Fiscales (AF) y de la Asociación Profesional Independiente de Fiscales (APIF) ya había pedido su salida hace meses, argumentando que su continuidad socava la imagen del Ministerio Público.
El Consejo Fiscal, dominado por magistrados de perfil conservador, también ha expresado su preocupación. En un comunicado, advirtió de que mantenerlo al frente después de la condena podría dañar “irreversiblemente” la institución y minar la confianza pública en los fiscales. Muchos consideran que la sentencia les sitúa en una encrucijada: deben decidir si respaldar internamente al fiscal general o marcar distancias para proteger la reputación institucional.
Algunos fiscales han resaltado lo que denominan una campaña de desprestigio. Según ellos, desde el inicio del proceso se ha alimentado una narrativa política sobre su persona, usando el caso para debilitar la independencia de la Fiscalía. Añaden que la sentencia contribuirá a reforzar esa percepción, incluso entre quienes no comparten su gestión profesional.
Estas voces también apuntan a un problema estructural: la figura del fiscal general, a su juicio, está demasiado expuesta a presiones políticas. Critican que no existan mecanismos de control interno más fuertes para proteger la institución cuando su líder está implicado en causas penales.
Para algunos, la solución pasa por una renovación profunda: no basta con la salida de García Ortiz, sino que es necesario repensar cómo se designa al fiscal general, fortalecer la autonomía del órgano y garantizar que no se convierta en un hervidero de conflictos partidistas.










