La erupción del Vesubio que destruyó Pompeya tuvo lugar el 24 de agosto del año 79, según la reciente confirmación de científicos y especialistas de todo el mundo. Esta fecha se han debatido intensamente entre expertos durante décadas, pero los datos más recientes parecen allanar el camino hacia un consenso definitivo.
La conclusión fue alcanzada durante un congreso celebrado en Boscoreale, una localidad cercana a las ruinas de Pompeya, donde filólogos, arqueólogos y geólogos se unieron para revisar las pruebas que han alimentado este intenso debate académico. La investigación se centró en las cartas de Plinio el Joven, que describen la erupción y su devastador impacto en la ciudad romana.
Históricamente, el 24 de agosto ha sido la fecha tradicionalmente aceptada, fundamentada en los escritos de Plinio. Sin embargo, durante años han surgido teorías alternativas que sugieren que la erupción pudo haber sucedido en octubre o noviembre, basándose en la aparición de frutas de otoño y otros indicios.
Los especialistas reunidos en el congreso coincidieron en que estas teorías alternativas son el resultado de errores de interpretación presentes en copias de manuscritos medievales y en ediciones impresas del siglo XV, y que no existen pruebas arqueológicas que respalden una fecha diferente a la tradicionalmente aceptada.
Helga Di Giuseppe, arqueóloga y organizadora científica del congreso, enfatizó que la lectura «nonum kal. septembres» en las epístolas de Plinio el Joven es la más confiable. Di Giuseppe subrayó que no se ha refutado por ningún hallazgo arqueológico, lo que refuerza la validez del 24 de agosto como la fecha correcta de la erupción.
El académico Pedar Foss, professor de la Universidad de Greencastle, argumentó a favor de mantener la fecha tradicional, presentando un estudio de nueve años que muestra cómo los errores de transmisión llevaron a diversos códices a interpretar la erupción en un período otoñal, sobre todo en noviembre.
A pesar de que se presentaron algunos indicios que pudieron apuntar a un clima más frío durante la erupción, como el estudio del profesor Llorenç Alapont sobre los ropajes de las víctimas halladas, Di Giuseppe aclara que el concepto de «otoño» en el siglo I romano no coincide con la actualidad. El periodo considerado como otoño en aquella época abarcaba desde agosto hasta noviembre, impactado por diferentes factores astronómicos y climáticos.
En conclusión, el congreso no solo reitera la defensa de la fecha del 24 de agosto, sino que también promueve un enfoque metodológico común entre los investigadores. Aunque aún hay voces que defienden la idea de un escenario otoñal, el interés por transformar la interpretación de los hallazgos arqueológicos hacia alternativas menos válidas parece estar menguando.









