La creciente influencia del asesor áulico del presidente Pedro Sánchez, conocido como Salazar, comienza a pasar factura dentro del PSOE. María Jesús Montero y Pilar Alegría se perfilan como las próximas dirigentes afectadas por esta dinámica interna, en un contexto de tensiones crecientes dentro del partido, especialmente en sus respectivas federaciones de Andalucía y Aragón.
La relación de cercanía y complicidad de ambas dirigentes con el entorno más próximo de Sánchez ha generado malestar entre sectores del partido, que consideran que dicha vinculación está debilitando sus posiciones de cara a futuros procesos internos y electorales. En Andalucía, el nombre de Montero aparece cada vez más asociado a una gestión considerada por algunos dirigentes como distante de la realidad territorial del partido, mientras que en Aragón, la candidatura de Alegría también comienza a mostrar síntomas de desgaste interno.
La situación es especialmente delicada en el caso de la vicepresidenta, ya que en su federación se ha concentrado igualmente la polémica relacionada con el caso de Torremolinos, un asunto que ha generado inquietud entre las bases y que ha elevado las críticas contra su falta de reacción o contundencia política. Desde distintos sectores del partido se revuelven contra lo que califican como “inacción” y reclaman una mayor capacidad de liderazgo y respuesta a los conflictos internos.
En este contexto, la figura de Salazar emerge como un elemento determinante en la reconfiguración de equilibrios de poder dentro del PSOE. Su peso en la toma de decisiones estratégicas, lejos de consolidar consensos, estaría avivando tensiones y debilitando posiciones clave, poniendo en entredicho el futuro político inmediato de Montero y Alegría.
Mientras tanto, la militancia observa con preocupación el desarrollo de estos acontecimientos, a la espera de movimientos que puedan clarificar el rumbo del partido en dos comunidades autónomas consideradas fundamentales para su estabilidad política.















