El expresidente Donald Trump ha convocado a más de 800 generales y almirantes en un encuentro en el que llamó a los altos mandos a implicarse activamente en la lucha contra lo que describió como los “enemigos domésticos”, la “plaga interna” y la “izquierda lunática” dentro de Estados Unidos.
Durante la reunión, Trump subrayó que el país enfrenta una amenaza interna que —según él— requiere una respuesta firme de las Fuerzas Armadas. En esa línea, el secretario de Guerra adelantó un giro en la política militar: anunció que no se permitirá el ingreso de nuevos soldados “gordos, barbudos o con el pelo largo”, con el objetivo de recuperar lo que calificó como “disciplina y estándares perdidos”.
Asimismo, informó que se eliminarán las restricciones vigentes en el entrenamiento militar y se flexibilizarán las reglas de combate, con la intención de “preparar a las tropas para enfrentar sin limitaciones los desafíos actuales”.
Las declaraciones han generado un intenso debate en círculos políticos y sociales, ya que se interpretan como un intento de militarizar la lucha contra sectores de la propia ciudadanía. Mientras simpatizantes de Trump celebran el endurecimiento de la disciplina castrense, críticos advierten de un posible retroceso en derechos y libertades, además de un riesgo de politización del Ejército.