La escalada de Aliança Catalana (AC) en los sondeos ha reavivado un viejo fantasma dentro del independentismo: la sospecha de una supuesta intervención del Estado y del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en la política catalana. Junts, Esquerra Republicana y la CUP han dejado entrever en los últimos días que el crecimiento del partido liderado por Sílvia Orriols no sería espontáneo, sino el resultado de maniobras destinadas a fragmentar el bloque soberanista.
Las acusaciones estallaron tras la publicación del último barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO), que proyecta un ascenso sin precedentes de AC: pasaría de sus dos actuales diputados a entre 19 y 20, empatando con Junts como tercera fuerza del Parlament. Josep Rius, portavoz de JxCat, habló incluso de “operación encuesta contra Junts”, alimentando la idea de una manipulación orquestada.
Un crecimiento que reordena el tablero ideológico
Con apenas dos parlamentarios y una decena de concejales, Aliança Catalana ha logrado desplazar los ejes del debate político catalán hacia posiciones más conservadoras. Sus discursos centrados en inmigración, seguridad y antiislamización han influido directamente en Junts y ahora también en Esquerra Republicana, cuyo portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, incorporó recientemente estos temas a su discurso.
El impacto ha trascendido incluso las fronteras catalanas. Orriols, alcaldesa de Ripoll, llegó a afirmar que “es posible hacer caer al Gobierno de Madrid desde Ripoll”, poco antes de que Carles Puigdemont anunciara la ruptura del pacto de investidura con el PSOE.
ERC y CUP activan las alertas: “Caballo de Troya” y “instrumento del Estado”
Oriol Junqueras fue uno de los más duros. En un acto de juventudes, insinuó que “si los servicios secretos españoles tuvieran que inventar algo contra Cataluña, sería Aliança”, comparando la influencia de AC en redes con la actuación de “quintacolumnistas” del franquismo en 1939.
Rufián, por su parte, acusó a AC de ser “una victoria del españolismo”, mientras que el diputado republicano Francesc-Marc Álvaro calificó al partido como “caballo de Troya del españolismo” por promover una “Cataluña pura y excluyente”.
La CUP ha mantenido un discurso similar. Su secretario general, Non Casadevall, afirmó que AC es “un instrumento de España para dinamitar el independentismo”, equiparándolo al papel de Ciudadanos en la década pasada. Los antisistema añadieron que el ascenso de AC se explica también por el “flirteo” de JxCat con discursos “xenófobos y racistas”.
Junts recupera las sombras del 17-A
Aunque más prudente en sus declaraciones, Junts ha sugerido en varias ocasiones que el Estado podría estar detrás del fenómeno AC. El diputado Isaac Padrós insinuó que “las casualidades no existen” al recordar el origen de AC en Ripoll y la polémica relación del imán Abdelbaki Es Satty —cerebro de los atentados del 17-A— con los servicios de inteligencia.
La formación secesionista compara el auge de AC con la estrategia de François Mitterrand en Francia, quien en los años ochenta permitió el crecimiento del Frente Nacional para debilitar a la derecha tradicional.
Viejos carnés, nuevos rumores y vínculos familiares
El debate ha llegado también a las redes sociales, donde proliferan teorías contradictorias. Orriols llegó a exhibir su antiguo carné de militante de las juventudes de ERC para desmontar las sospechas, mientras que otros rescataron un supuesto proyecto de think tank llamado “Aliança Catalana Unionistes”, con un logotipo muy similar al del partido actual.
Entre los señalados destaca Jordi Aragonès, secretario de estudios y programas de AC, exmilitante de Unió y primo del expresidente de la Generalitat Pere Aragonès. Su familia —con pasado político tanto en el tardofranquismo como en Alianza Popular— y sus vínculos con partidos de extrema derecha europeos, como Alternativa para Alemania (AfD), han alimentado aún más las sospechas.
Una batalla abierta que marca el futuro del independentismo
El ascenso de Aliança Catalana ha encendido todas las alarmas dentro del soberanismo, que teme que su auge fragmente al electorado y desplace el eje del independentismo hacia posiciones identitarias y excluyentes. Mientras tanto, AC continúa capitalizando el descontento y marcando la agenda del debate político, convertida ya en el epicentro de las tensiones internas del secesionismo catalán.










