Estados Unidos enfrenta un cierre parcial de su Gobierno por primera vez desde 2018, después de que demócratas y republicanos no lograran alcanzar un acuerdo sobre la financiación federal. La falta de consenso ha llevado al envío a casa de cientos de miles de funcionarios federales, quienes no recibirán salario durante el tiempo que dure la paralización, y al cierre de la mayoría de los servicios no esenciales.
El bloqueo se produce en un momento de alta tensión política, con debates acalorados sobre prioridades presupuestarias, límites de gasto y políticas sociales. Los demócratas han insistido en la necesidad de financiar programas sociales clave y medidas de infraestructura, mientras que los republicanos buscan recortes y restricciones al gasto público.
Las agencias gubernamentales han publicado listas de servicios que permanecerán activos: seguridad nacional, control del tráfico aéreo, emergencias médicas y operaciones vinculadas a la defensa son algunos de los sectores considerados esenciales. En cambio, museos, parques nacionales, trámites administrativos y oficinas de servicios no críticos han sido suspendidos temporalmente.
Economistas advierten que un cierre prolongado podría afectar la economía estadounidense, interrumpir pagos a contratistas y proveedores, y generar incertidumbre en los mercados financieros. Además, los ciudadanos podrían experimentar retrasos en la emisión de documentos oficiales, reembolsos de impuestos y servicios de atención pública.
Históricamente, los cierres gubernamentales en Estados Unidos han generado tensiones políticas y sociales, y su resolución suele requerir negociaciones de último minuto entre el Congreso y la Casa Blanca. Por ahora, no hay un plazo definido para la reanudación total de las actividades gubernamentales, lo que mantiene en incertidumbre a millones de empleados y a la ciudadanía en general.