El adorno simboliza el fruto del «Árbol del Paraíso» de las representaciones medievales. La escasez de manzanas por una helada en 1858 en la región francesa de Lorena impulsó al reemplazo definitivo por las esferas de cristal.
El árbol de Navidad es, desde hace siglos, el gran protagonista de las fiestas invernales. Sin embargo, detrás del adorno más común —la clásica bola roja— se esconde una rica historia que se remonta a tradiciones ancestrales, donde el simbolismo religioso y la supervivencia se entrelazaron.
El color rojo intenso no es una simple elección ornamental; su origen se encuentra en la Edad Media cristiana. Los pueblos comenzaron a decorar árboles, inicialmente en iglesias y plazas, con objetos que representaban relatos bíblicos, mezclando esta costumbre con la herencia de culturas antiguas como la celta y la romana, que ya veían en el abeto un símbolo de la vida que resiste al frío.
Del Árbol del Paraíso al fruto de la abundancia
Entre los elementos decorativos de aquella época, las manzanas rojas adquirieron un papel central.
- Símbolo Bíblico: La manzana evocaba directamente el fruto del Edén, siendo un elemento esencial en las representaciones teatrales medievales sobre Adán y Eva, que se escenificaban cada 24 de diciembre. De ese «Árbol del Paraíso», cargado de manzanas rojas, nació la costumbre de colgar frutos en los árboles navideños domésticos.
- Tradición y Deseos: Con el tiempo, la combinación del rojo de la fruta y el verde del árbol se asentó. En países como Polonia o Gales, las manzanas, nueces y otras frutas se lacaban o se pinchaban con clavos aromáticos (Calennig), reforzando la relación entre el fruto rojo y los deseos de abundancia, luz y renacimiento.
El giro de 1858: Nace la bola de cristal
La transformación crucial, que permitió que la tradición trascendiera a la era moderna, ocurrió durante el crudo invierno de 1858 en la región de Lorena, Francia.
Una fuerte helada arruinó la cosecha de manzanas en el pueblo de Goetzenbruck. Ante la escasez del fruto simbólico, un artesano local de vidrio soplado tuvo una idea brillante: crear pequeñas esferas de vidrio para sustituir las manzanas que no podían colgarse en los árboles.
Aquellas piezas brillantes, que nacieron de la necesidad, se convirtieron en un éxito inmediato. En pocos años, los talleres de la zona comenzaron a exportar sus delicadas bolas de vidrio por toda Europa.
Aunque pronto se introdujeron colores como el plateado y el dorado, el rojo se mantuvo como el color estrella por tradición, perpetuando el recuerdo de la manzana del Edén. Hoy, cada esfera brillante que se cuelga en el árbol es un eco de esa historia que combina rituales paganos, teatro medieval y la innovación de un vidriero francés.
















