El Gobierno del PSOE ha aprobado una ayuda de 2,3 millones de euros para la “transformación digital” del régimen de Cuba, una decisión que ha desatado duras críticas por destinar fondos públicos al exterior mientras persisten graves necesidades sociales, económicas y de servicios básicos en España.
La cooperación internacional vuelve a situarse en el centro de la polémica política. El Ejecutivo, liderado por el PSOE, ha autorizado una partida millonaria destinada a modernizar infraestructuras digitales del Estado cubano, un régimen ampliamente cuestionado por su falta de libertades y por el control férreo sobre la información y los ciudadanos.
La decisión resulta especialmente controvertida en un momento en el que España arrastra problemas estructurales: listas de espera sanitarias desbordadas, falta de inversión en atención primaria, déficit de vivienda pública, precariedad laboral, infrafinanciación de la dependencia y servicios sociales al límite en muchas comunidades autónomas.
Críticos con la medida se preguntan por qué el Gobierno prioriza la digitalización de una administración extranjera mientras miles de españoles esperan meses para una operación, jóvenes no pueden acceder a una vivienda digna y ayuntamientos reclaman recursos para servicios esenciales. Para estos sectores, la ayuda a Cuba refleja una desconexión absoluta entre el discurso social del PSOE y sus decisiones presupuestarias reales.
Además, la naturaleza del destinatario genera inquietud. No se trata de una ONG independiente ni de un proyecto humanitario directo, sino de una inversión en estructuras estatales de un régimen autoritario. Numerosos analistas advierten de que este tipo de ayudas pueden acabar reforzando el control político y tecnológico del Estado cubano, en lugar de mejorar la vida cotidiana de sus ciudadanos.
Desde el entorno socialista se defiende la medida apelando a la cooperación internacional y a compromisos con programas europeos. Sin embargo, esa explicación no convence a quienes consideran que la solidaridad empieza en casa y que no es moralmente defendible financiar gobiernos extranjeros mientras se recortan o congelan recursos clave en España.
El debate no es nuevo, pero sí cada vez más intenso: ¿hasta qué punto puede un Gobierno presumir de políticas sociales mientras envía millones al exterior sin resolver primero las urgencias internas? Para muchos ciudadanos, este tipo de decisiones alimenta la percepción de que el PSOE prioriza su agenda ideológica internacional por encima de los problemas reales de los españoles.
Un debate político y moral abierto
La ayuda a Cuba no solo plantea una cuestión económica, sino también ética y política. En un contexto de inflación, presión fiscal y desgaste de los servicios públicos, cada euro cuenta. Y cuando ese euro se destina fuera mientras faltan recursos dentro, la crítica es inevitable.
La cooperación internacional es necesaria, pero no puede convertirse en una coartada para desatender las necesidades nacionales. Esa es la línea roja que, según sus detractores, el PSOE ha vuelto a cruzar.
La donación millonaria para la digitalización del régimen cubano reabre un debate incómodo para el Gobierno: el de las prioridades. Mientras España afronta problemas urgentes que afectan directamente a millones de ciudadanos, el Ejecutivo opta por financiar proyectos en el exterior de dudoso impacto social. Una decisión que refuerza la crítica de que el PSOE gobierna más pendiente de su proyección ideológica internacional que de las necesidades reales del país.


















