El controvertido sistema Verifactu, diseñado para certificar facturas electrónicas y combatir el fraude fiscal, vive una crisis de confianza tras su reciente retraso de calendario y los últimos reportes de fallos técnicos y falta de preparación. Numerosas pymes y autónomos denuncian una “brecha digital” y una administración improvisada, mientras los plazos se amplían hasta 2027.
*El sistema Verifactu —promovido por la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT) como parte del marco legal aprobado por el Real Decreto 1007/2023— pretende reemplazar la facturación tradicional por un mecanismo informatizado que garantice la trazabilidad, integridad y autenticidad de todas las facturas emitidas por empresas y profesionales.
Pero lo que se presentó como un paso hacia la transparencia fiscal se ha convertido en fuente de incertidumbre y protesta entre muchos negocios.
*Primero, por los plazos: lo que iba a entrar en vigor progresivamente en 2026 se ha aplazado. Empresas (sujetos del Impuesto sobre Sociedades) han visto su obligación trasladada a enero de 2027, y autónomos y microempresas a julio de 2027.
Este retraso ha generado críticas desde varios sectores: unos señalan que la prórroga era necesaria debido a la falta de preparación, otros interpretan la medida como una muestra de improvisación de la administración.
Las “brechas” que provocan incertidumbre
*Diversos informes advierten de que una parte significativa de pymes y autónomos aún no están preparados para adaptarse: según datos recientes, un alto porcentaje sigue utilizando sistemas manuales, sin software de facturación homologado.
Para estas empresas, la transición implica invertir en nuevos programas, aprender su manejo, adaptar procesos contables y asumir los costes de implementación. Muchos critican que no se ha dado un periodo realista de adecuación, ni ayudas suficientes ni comunicación clara.
Además, se ha señalado una brecha digital latente: pequeñas empresas o autónomos con pocos recursos tecnológicos se sienten especialmente perjudicados. La sensación entre ellos es que el sistema va más dirigido a grandes empresas, mientras los pequeños quedan en desventaja. La norma, diseñada para combatir el fraude, termina generando una carga adicional para quien menos capacidad tiene de adaptarse.
Transparencia fiscal contra sobrecarga administrativa
Los defensores de Verifactu argumentan que garantiza transparencia, previene la economía sumergida, obliga a una facturación ordenada y fiable, y ayuda a la modernización del tejido productivo.
Pero para muchas pymes y autónomos, el coste —económico, técnico y burocrático— supera los beneficios inmediatos. Las sanciones por incumplimiento pueden ser fuertes, y la incertidumbre sobre cómo se aplicará en la práctica alimenta la desconfianza.
El aplazamiento: un balón de oxígeno… o una señal de debilidad institucional
Para algunos, la prórroga hasta 2027 supone un respiro necesario: da tiempo para adaptarse, planificar y evitar errores. Para otros, sin embargo, representa una admisión tácita de que Verifactu no estaba listo, que la AEAT subestimó la complejidad del proyecto y que el Estado ha optado por un cambio precipitado.
*Así, la moratoria ha generado un “vendaval interno” en la AEAT: técnicos que habían trabajado años en la herramienta expresan frustración, y quienes confiaron en los plazos originales se sienten perjudicados.
Verifactu necesita un plan realista o corre el riesgo de ahogar al pequeño tejido productivo
Verifactu tiene una justificación legítima: modernizar la facturación, combatir el fraude y adaptar España a estándares europeos. Pero la forma en que se está implementando —con retrasos, presión administrativa y exigencias técnicas— corre el riesgo de penalizar a autónomos y pymes, provocar desigualdades y generar desconfianza.
Si no se acompaña de un plan realista, recursos de soporte, formación accesible y plazos adecuados, Verifactu no solo será difícil de cumplir, sino que podría desincentivar el emprendimiento y deteriorar la confianza en las instituciones.
La factura digital no puede convertirse en una carga insostenible para quienes menos recursos tienen.














