El actual ciclo electoral en España, comenzado en Extremadura, establece un escenario lleno de tensiones e incertidumbres, especialmente para el PSOE de Pedro Sánchez. Con elecciones autonómicas en el horizonte, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, busca exponer las debilidades del PSOE al recalcar que, aunque es probable que los ‘populares’ sean los más votados en la región, necesitarán el apoyo de Vox para ejercer el gobierno.
María Guardiola, la presidenta extremeña, se encuentra atrapada en una encrucijada: aceptar las demandas del partido de Abascal o enfrentar una paralización política, similar a la que motivó su decisión de anticipar elecciones anteriormente. Este contexto se agrava con las advertencias de Pedro Sánchez, quien vincula el incremento de la ultraderecha con la normalización que realizan las fuerzas conservadoras en el ámbito mediático y político.
El PSOE se presenta a las elecciones con un candidato, Miguel Ángel Gallardo, que enfrenta serias acusaciones y un proceso judicial. La capacidad de los socialistas para mantener su apoyo electoral o revertir la caída en sus cifras es cuestionable, Alejandro Sánchez, aludía a que esa es, en realidad, su ambición mínima.
A pesar de estos retos, el líder del PSOE se muestra confiado en que agotará la legislatura. La seguridad de Sánchez contrasta con las voces críticas que emergen desde su propio partido y entre sus socios. Ni las demandas de los miembros del PSOE, ni las críticas externas han logrado mermar su determinación de permanecer en el cargo; así lo ha comunicado tanto de manera pública como privada.
Yolanda Díaz, la vicepresidenta segunda, hizo un llamado a un «cambio profundo en el Gobierno» en respuesta a la creciente controversia de los casos de acoso sexual que salpican al entorno del PSOE. Sin embargo, la respuesta de Sánchez fue desestimar esta exigencia, sosteniendo que su gobierno es sólido y que solo se realizarán cambios en los ministros que se presenten como candidatos en las elecciones autonómicas.
En los intentos por suavizar las tensiones, Sánchez ha mantenido encuentros personales con Díaz, manifestando que, a pesar de las disensiones, también hay aspectos que unen a ambos en el contexto del Gobierno. En un intento por manejar la situación, ha optado por mantener reuniones con los grupos apoyadores del PSOE, aunque muchos observan que estas estrategias podrían no ser suficientes para detener la hemorragia de escándalos.
La situación se complica cuando miembros de su partido, como Santos Cerdán, enfrentan acusaciones severas relacionadas con corrupción. Su defensa ante la Comisión del Senado ha sido declarar su inocencia, aludiendo a una persecución política. Cerdán ha insistido en que los rumores sobre financiación irregular en el PSOE son falsedades, mientras que sus declaraciones han dejado a muchos en el partido con un sabor agridulce, evidenciando su soledad en el proceso.
Mientras tanto, la crisis de acosos no es exclusiva del PSOE. En el PP y en Vox surgen denuncias similares que plantean serias preguntas sobre la calidad del liderazgo en ambos partidos. La percepción de que numerosos casos de acoso están aflorando en varios estratos de la política española resuena con una inquietante regularidad, sugiriendo un retroceso en el tratamiento de estos temas, cuando en realidad se busca avanzar hacia una sociedad más equitativa.















