Con el auge de la inteligencia artificial generativa, las grandes tecnológicas anticipan un nuevo tipo de dispositivo que, según han declarado sus impulsores, podría reemplazar al smartphone ya en 2026. Prometen un equipo potenciado por IA capaz de gestionar tareas, responder a voz, anticiparse a necesidades… y hacer “todo por nosotros”.
El concepto no es nuevo: en 2023 la startup Humane presentó el AI Pin, un aparato sin pantalla, pensado como alternativa al móvil, que usaba cámara, sensores, altavoz y proyección láser para mostrar información en la palma de la mano. Pero su rendimiento fue criticado: respuestas lentas, autonomía limitada y funcionalidad insuficiente.
Ahora, con la irrupción de IA más avanzada —capaz de comprender contexto, anticipar demandas y aprender hábitos— compañías como OpenAI exploran la creación de un dispositivo que no será una mera evolución del smartphone, sino un aparato diseñado desde cero para integrar IA nativa, interfaz de voz, comprensión del entorno y automatización de tareas cotidianas.
Los promotores aseguran que este dispositivo podría encargarse de gran parte de lo que hoy hacemos con un móvil: atención a comunicaciones, organización personal, recordatorios, gestión automática de aplicaciones, actualizaciones inteligentes, información relevante, asistente proactivo… Todo sin depender de pantallas ni menús saturados: con comandos de voz, gestos o contexto.
El anuncio ha despertado expectativas, pero también reservas. Los detractores recuerdan que intentos anteriores —como el AI Pin o el Rabbit R1— fracasaron al no cumplir con las expectativas sobre fiabilidad, usabilidad o autonomía de batería.
Además, analistas advierten de que el cambio no depende solo del hardware o del software: para que un aparato con IA logre desterrar al smartphone, será necesario un ecosistema completo —infraestructura de redes, compatibilidad global, regulación de privacidad y estabilidad de IA—, sin lo cual las promesas se quedarán en concepto.
Qué implicaría este cambio si llega a concretarse
- Una experiencia de usuario mucho más natural: voz, contexto e IA en lugar de pantalla y menús.
- Automatización de tareas cotidianas: recordatorios, organización, búsquedas, gestiones rutinarias… orientadas a ahorrar tiempo al usuario.
- Menor dependencia de pantallas, lo que podría reducir la fatiga visual y promover una interacción más fluida con el entorno.
- Nuevos retos en privacidad, seguridad de datos e interoperabilidad global: un dispositivo inteligente siempre activo implica riesgos adicionales.
Una promesa cautelosa entre entusiasmo y escepticismo
El 2026 se perfila como un año clave: si los planes se cumplen, podríamos estar ante el inicio de una nueva era tecnológica, en la que el smartphone como lo conocemos quede en desuso. Pero para que ello ocurra, habrá que superar obstáculos técnicos, sociales y regulatorios. Que la IA prometa menos pantalla y más inteligencia no garantiza por sí sola éxito masivo: los usuarios seguirán necesitando salud de batería, velocidad, libertad, privacidad y confianza. Así que, aunque la idea emociona, habrá que ver si el futuro cumple.


















