Un reciente artículo advierte de que bajo el Estrecho de Gibraltar continúa activo un proceso geológico silencioso: una zona de subducción que, aunque ralentizada, prosigue su avance hacia el Atlántico, alterando lentamente la estructura tectónica de la región y proyectando posibles transformaciones en el futuro lejano.
Según los datos recogidos por geólogos y oceanógrafos, la subducción que originó la estructura conocida como Arco de Gibraltar no ha concluido. Hace aproximadamente 30 millones de años, esta placa —que en su origen formaba parte de un antiguo océano ya desparecido— comenzó a hundirse bajo el Atlántico, atravesando el corredor que hoy ocupa el Estrecho.
Tras esa entrada al Atlántico, el avance se ralentizó notablemente debido a la mayor resistencia de la placa oceánica atlántica. En los últimos cinco millones de años, la velocidad descendió de forma considerable, lo que llevó a algunos científicos a pensar que el proceso se habría interrumpido.
Sin embargo, recientes estudios y datos sísmicos no concuerdan con la hipótesis del fin de la subducción. En su lugar, las evidencias sugieren que el hundimiento continúa, aunque de forma muy lenta: se observa hundimiento progresivo en ciertas zonas del arco, la existencia de un prisma de sedimentos deformados al oeste de Gibraltar, y la persistencia de la losa subducida visible en imágenes geológicas profundas.
El hecho de que el proceso se desarrolle a un ritmo pausado explica la ausencia de terremotos violentos en la zona, lo que da una falsa sensación de tranquilidad. Pero esa calma no implica inactividad: el sistema tectónico sigue operando, generando fenómenos como el llamado “volcanismo de lodo”, documentado en áreas próximas al antearco de Gibraltar.
Este “movimiento invisible” bajo las aguas del Estrecho —imperceptible para quienes navegan o viven en la costa— plantea preguntas sobre el futuro geológico de la región. A largo plazo, podría alterar la configuración del fondo marino, afectar a la dinámica de corrientes oceánicas y, en escalas de decenas de millones de años, modificar la conexión entre el Mediterráneo y el Atlántico.
Por qué importa este hallazgo
- Revela que la zona tectónica del Estrecho continúa activa, aunque en modo lento, desmontando la idea de que el arco de Gibraltar ya está “muerto geológicamente”.
- Ayuda a comprender mejor la evolución del fondo marino, las corrientes oceánicas y cómo éstas pueden afectar el clima y la biodiversidad del Mediterráneo y el Atlántico.
- Subraya la complejidad de los ciclos tectónicos: los procesos no se miden en años, sino en escalas de millones, lo que exige una visión a muy largo plazo para valorar sus efectos.
Bajo las aguas del Estrecho de Gibraltar, un proceso silencioso e invisible continúa moviendo la placa terrestre. Aunque sus efectos no se perciben en la superficie, ese “avance oculto” recuerda que la Tierra está en constante transformación. El mar que hoy separa Europa de África podría no ser eterno: millones de años detrás, las fuerzas tectónicas siguen moldeando el planeta.

















