El Gobierno de Nicolás Maduro optó por adelantar las celebraciones de Año Nuevo y convertirlas en un despliegue propagandístico con canciones, versiones musicales y mensajes de paz, mientras Washington confirmaba un ataque con drones en territorio venezolano. El contraste entre la fiesta oficialista y la creciente ofensiva estadounidense volvió a poner en evidencia la estrategia del chavismo para esquivar el impacto político y social de la escalada de tensión.
En las últimas horas, el aparato comunicacional del régimen difundió una versión adaptada del clásico Don’t Worry, Be Happy, interpretada por el propio Maduro, junto a piezas musicales en clave de rap y reggae y la distribución de gorras con consignas pacifistas como “No war, yes peace”. El mensaje buscaba transmitir normalidad y optimismo, como si el país no estuviera bajo una presión internacional sin precedentes.
Sin embargo, medios estadounidenses como CNN y The New York Times informaron que, días antes de la Nochebuena, drones operados por la CIA atacaron un muelle en la costa venezolana presuntamente controlado por el Tren de Aragua, una organización criminal considerada terrorista por Washington. Según estas informaciones, el objetivo era una infraestructura utilizada para el almacenamiento y envío de cocaína, sin que se registraran víctimas mortales.
El episodio forma parte de la llamada Ofensiva Lanza del Sur, una operación que habría entrado en su segunda fase tras meses de acciones en aguas internacionales. El Pentágono asegura que estas operaciones buscan desmantelar redes de narcotráfico vinculadas tanto al Tren de Aragua como al denominado Cártel de los Soles. De acuerdo con datos oficiales, el despliegue naval estadounidense ya habría ejecutado unas 30 acciones, con más de un centenar de fallecidos en enfrentamientos.
A la presión militar se suma el frente económico. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció nuevas sanciones contra personas y entidades relacionadas con Venezuela e Irán, entre ellas la Empresa Aeronáutica Nacional (EANSA), señalada como clave en el ensamblaje de drones iraníes Mohajer-6, rebautizados localmente como ANSU. Para analistas, estas medidas confirman la preocupación de Washington por la presencia del programa militar iraní en suelo venezolano.
El cerco también alcanza al sector petrolero. En las últimas semanas, Estados Unidos ha confiscado varios buques cargados con crudo venezolano y mantiene bajo vigilancia a otros petroleros que intentan eludir el control naval. Según la prensa estadounidense, incluso se preparan equipos especiales para eventuales abordajes de alto riesgo en alta mar.
Pese a este escenario, dirigentes chavistas insisten en transmitir tranquilidad. “No nos amargarán ni las Navidades ni el Año Nuevo”, afirmó Diosdado Cabello, ministro del Interior y figura clave del oficialismo. Para expertos consultados, esta actitud responde a un esfuerzo del alto mando político por aparentar control y evitar una confrontación directa con Estados Unidos, que colocaría a las Fuerzas Armadas venezolanas ante un dilema de consecuencias imprevisibles.
Mientras tanto, Maduro continúa apelando a canciones, mensajes festivos y llamados a la paz como parte de un peculiar arsenal comunicacional con el que intenta sortear una de las mayores amenazas externas de su mandato.


















