Un nuevo conflicto diplomático amenaza con tensionar las relaciones entre Europa y Estados Unidos tras la negación de visado al ex comisario de Mercado Interior de la UE, Thierry Breton, y a otros cuatro ciudadanos europeos. La medida, anunciada por Washington, ha sido interpretada por líderes europeos como un acto de “intimidación” y un ataque a la soberanía regulatoria europea.
Según la Administración Trump, Breton y los otros afectados son considerados “ideólogos” contrarios a las plataformas estadounidenses debido a su papel en la creación de la Ley de Servicios Digitales (DSA), normativa europea destinada a combatir la desinformación y los discursos de odio en internet. Marco Rubio, secretario de Estado, defendió la medida argumentando que la Casa Blanca “no tolerará actos de censura extraterritorial”.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, calificó la decisión de “injusta” y afirmó que la UE responderá “de manera firme y decidida para defender nuestra autonomía regulatoria”. Por su parte, el presidente francés Emmanuel Macron describió el veto como “una medida de intimidación destinada a subvertir la soberanía digital europea” y prometió respaldar a Breton.
Entre los otros cuatro afectados se encuentran Imran Ahmed, director del Centro para la Lucha contra el Odio Digital; Clare Melford, del Índice Global de Desinformación; y Anna-Lena von Hodenberg y Josephine Ballon, ambas de HateAid. Todos ellos fueron advertidos de que podrían ser deportados si ingresan a Estados Unidos.
El conflicto se produce en un momento crítico para las negociaciones del plan de paz en Ucrania y se suma a recientes tensiones con Dinamarca por la designación de un enviado estadounidense para Groenlandia. Parlamentarios europeos han pedido a la UE que considere represalias, incluyendo la negación de entrada a altos funcionarios estadounidenses, mientras que algunos afectados, como Imran Ahmed, han iniciado acciones legales en Nueva York contra la Administración Trump.
El enfrentamiento pone de relieve la creciente fricción entre Europa y Estados Unidos en materia digital, regulatoria y diplomática, y marca un nuevo capítulo en la compleja relación transatlántica durante la era del trumpismo.


















